No consigo hacer buena letra!

En muchas ocasiones, nos encontramos con niños que tienen una letra ilegible, que se cansan mucho, que no consiguen que la escritura salga como ellos quieren o que son especialmente lentos. Habitualmente esto se relaciona con dejadez, pero lo que muchos ignoran es que detrás de estas dificultades se esconde, en muchas ocasiones, un trastorno del aprendizaje real llamado disgrafía, que puede interferir enormemente en el rendimiento académico.

Para diferenciar los diversos tipos de disgrafía, en primer lugar hay que establecer una diferencia entre la disgrafía adquirida, (fruto de una lesión neurológica posterior al aprendizaje de la escritura) y la disgrafía evolutiva (dificultades específicas del aprendizaje del escritura sin una razón aparente). En este caso, nos centramos en el segundo tipo.

La disgrafía evolutiva se define como las dificultades en el aprendizaje inicial de la escritura sin que haya razones que lo expliquen, por lo que la disgrafía evolutiva se produce en niños inteligentes, con una escolarización adecuada y sin problemas familiares o socioculturales, con un adecuado desarrollo emocional y sin ningún otro tipo de discapacidad. Suele aparecer hacia los 6-7 años, que es cuando aparecen los errores de escritura. Antes se puede hablar de predisgrafía, 4-5 años, en aquellos niños con alteraciones perceptivas motrices, por su inmadurez y otras funciones neuropsicológicas implicadas.

Los niños que sufren disgrafía, pueden presentar:

Una escritura ilegible.

Rigidez de la escritura, con fatiga muscular y tensión en el control de la actividad.

Muchas inversiones en las letras y espacios no correctas entre las palabras.

Grafismo suelto, con escritura irregular pero con pocos errores motores.

Impulsividad, escritura poco controlada, que da como resultado letras difusas o una deficiente organización de la página.

Inhabilitado que provoca una escritura torpe, la copia de palabras plantea grandes dificultades, lentitud y meticulosidad; escritura muy regular pero lenta, se afanan por la precisión y el control.

Dificultad para concentrarse en el contenido de la escritura por el esfuerzo que el niño tiene que hacer en la mecánica.

Todo esto puede ocurrir como resultado de la dificultad en cualquiera de las habilidades básicas necesarias para la escritura.

Por ello, es posible que el problema radique en una deficiente destreza manual causada por problemas de discriminación táctil y la propiocepción necesaria para guiar los movimientos de los dedos y la muñeca adecuadamente, una inadecuada adherencia del lápiz que impide el control del movimiento para que las letras salgan como ellos quieren, un pobre control postural, ya que muchos niños presentan poca estabilidad y adquieren posturas muy encorvadas, lo que dificulta un adecuado control del brazo y los dedos o debido a un pobre planeamiento motor que dificulta que se puedan automatizar los movimientos necesarios para dibujar las diferentes letras.

Por otra parte, la base de los problemas de escritura se pueden encontrar en las destrezas visuales y perceptivas. Así pues, pueden tener problemas en la orientación de las letras en el espacio y la relación de las diferentes letras entre sí a escala espacial, en organizar la escritura en la hoja, diferenciar unas letras de otras, etc.

Finalmente, en habilidades de cognitivas, la atención necesaria para poder centrarnos en la actividad y la memoria visual es imprescindible para recordar la forma de las letras cuando las estamos aprendiendo.

Los procesos cognitivos de transcripción, planificación y revisión son necesarios para poder transferir el pensamiento en letras, planificar y organizar la información que tenemos que escribir y revisar lo que hemos escrito para poder corregir los errores.

Hay que tener en cuenta que corregir la disgrafía no consiste en que el niño escriba mucho, sino que vaya venciendo las dificultades que le impiden una escritura adecuada. Generalmente, el niño con disgrafía muestra una actitud negativa hacia la escritura y, en ciertas ocasiones, un auténtico rechazo.

Por eso, antes de que la situación empeore, se recomienda acudir a un terapeuta ocupacional para que haga una valoración y pueda identificar donde está la base del problema y, así, solucionar adecuadamente cada situación.

 

Marina Musolas

terapeuta ocupacional