La hora de comer es un calvario

Con el ritmo de vida que llevamos, la hora de la comida o de la cena es, para muchas familias, un momento de reunión, para conversar y disfrutar un rato juntos.

Pero, ¿qué ocurre si el momento de la comida se convierte en un calvario? La realidad es que muchos niños con TEA experimentan problemas graves que dificultan una alimentación correcta.

Puede que se vuelvan selectivos de manera progresiva o que pase de repente. A veces, si el problema no se ataca pronto, puede ocurrir que el niño vea la comida como algo negativo, como una situación estresante, por lo que su ansiedad sube y, con la suya, la del resto de los familiares. No hay que olvidar que estos niños habitualmente tienen una dificultad marcada para comunicar el motivo por el que no quieren comer, lo que les causa una gran incertidumbre y frustración.

Son muchos los motivos que pueden causar este problema; un tanto por ciento muy elevado se debe a un desorden en el procesamiento sensorial.

El trastorno del procesamiento sensorial es la dificultad en la interpretación y organización de la información captada por los órganos sensoriales del cuerpo. También interviene el movimiento (sistema propioceptivo y vestibular).

Cuando todo va bien, el sistema neurológico filtra estas sensaciones, pero si no se filtran bien vienen problemas que interfieren en la calidad de vida.

¿Cómo afecta a la alimentación?

Cuando se trata de un tema sensorial, con respecto al tacto nos podemos encontrar con niños que presentan cierta hipersensibilidad, que es cuando nota la sensación muy exagerada. Es posible que le haga asco según qué textura o que, incluso, sienta dolor. Y me pregunto: alguien podría comerse algo que no fuera capaz de tocar con las manos?

Algunas características de estos niños son:

No les gusta mezclar alimentos de diferentes texturas.

Algunos prefieren purés que alimentos sólidos.

No toleran lavarse los dientes, ni que los toquen la cara.

Ingieren poca variedad de alimentos.

Prefieren comidas suaves y insípidos y tienen dificultades con muchas consistencias.

Detectan el mínimo cambio de textura o temperatura.

Reacciones exageradas a situaciones, como acercar una herramienta en la boca.

Náuseas al ver, tocar u oler alimentos.

La hiposensibilidad es lo contrario, parece que no sientan la sensación y estén buscándola. Son niños que:

Acumulan alimentos en la boca sin darse cuenta.

Hacen mordeduras grandes y búsqueda sabores fuertes (limón, picante).

Les gustan los refrescos gaseosos.

La temperatura muy fría o muy caliente.

Babas abundantes.

Prefieren alimentos crujientes, sabrosos.

Tienden a explorar cualquier objeto con la boca.

vista:La manera de presentar los alimentos, y la forma y el color, puede ser una causa de rechazo o aceptación. Los alimentos más aceptados en función del color son aquellos rojos, amarillos, naranjas. Tienen poca aceptación los verdes y los colores oscuros.

olfato:Los niños pueden notar ciertos olores de la comida que a otros nos resultarían prácticamente imperceptibles, haciendo que sean más sensibles a la atracción hacia los alimentos o no; por el contrario, comidas y sustancias que tienen para nosotros un olor muy desagradable pueden ser interesantes para ellos.

oído:Aunque nos pueda parecer increíble, los niños con casos de hipersensibilidad auditiva les puede molestar incluso el ‘craso craso’ de ciertos alimentos cuando los muerdan, o al contrario. El ruido de los cubiertos contra los platos puede provocar ansiedad.

movimiento:Puede que el control postural no sea correcto. También hay niños que no pueden estar quietos en una silla y no paran de levantar mientras comen, o de moverse, agitarse, etc.

A todo esto se le suma la inflexibilidad cognitiva, la invariabilidad los cambios y la restricción de los intereses, que aumenta la hiperselectivitat alimentaria.

Sean Barron, un periodista con TEA, explica en su autobiografía:

«Yo tenía un gran problema con la comida. Me gustaba comer cosas suaves y sencillas. Mis alimentos favoritos eran cereales -secos, sin leche- pan, bizcocho, macarrones y espaguetis, patatas y leche. Estos eran los primeros alimentos que había comido en la vida y los encontraba reconfortantes y tranquilizadores. No quería probar nada nuevo. Yo era supersensitiu con las texturas de los alimentos, y lo tenía que tocar todo con los dedos para comprobar la sensación que producían, antes de meterlos en la boca. Odiaba profundamente que me dieran alimentos mezclados como tallarines con verduras, o la mezcla del pan con el fiambre para hacer bocadillos. No pude nunca, nunca, entrometerse, y eso en la boca. Sabía que si lo hacía me sentiría violentamente enfermo … Me gustaba comer las cosas que estaba acostumbrado a comer «.

(Sean Barron, 1992, citado por Peeters, 1997, pag. 140).

Como lo podemos mejorar?

– Dejar que toquen la comida, que jueguen (fuera de los horarios de comida).

– Evitar entornos cargados de ruido y excesivamente estimulantes.

– Debemos dar una única instrucción (frases breves, que se entiendan).

– Establecer rutinas y respetar los horarios y espacios de las comidas.

– Anticipación del que se debe comer y de las recompensas.

– Es importante el refuerzo positivo de todo lo que queremos que se siga haciendo.

– No forzar ni castigar el niño.

– La silla debe ser adecuada. Se deben quitar todos los estímulos.

– Presentar sólo la cantidad de comida que exigiremos que se coma.

– Limitar el tiempo destinado a la comida y restringir el acceso a alimentos fuera de los horarios fijados.

– No engañar nunca mezclando la comida conocido con nuevos sabores.

– Para introducir nuevos alimentos, hay que hacerlo de manera progresiva.

 

 

Marina Musolas

terapeuta Ocupacional