Malditos móviles!

El auge de los teléfonos inteligentes en la última década ha causado una revolución en la manera de comunicarnos y relacionarnos a través de las aplicaciones de mensajería, y en cómo nos conectamos a internet y utilizamos nuestro tiempo de ocio .

Para muchas familias, el hecho de que cada vez más pronto los niños quieran un teléfono o la utilicen de manera compulsiva ha convertido en un problema que no saben muy bien cómo solucionar.

Pero, ¿por qué les gustan tanto?

Las relaciones sociales

Los smartphones facilitan estar en contacto permanentemente con las amistades de una manera rápida, sencilla y cómoda.

Además, contribuyen a la construcción de una identidad personal frente al grupo de iguales y adultos. Esto se produce a través de la marca, el modelo y complementos como las carcasas, el fondo de pantalla, etc.

La autonomía

Los jóvenes se vuelven más independientes en conectarse a internet sin tener que negociar con el resto de los miembros de la familia y evitar la supervisión (como ocurre con el ordenador o la televisión de casa).

Paradójicamente, para los padres cumple una doble función: por un lado, de control, y por otra, desculpabilizadora y tranquilizadora.

Hoy día, debido a las interminables jornadas laborales y las escasas posibilidades de conciliación laboral real, existe un menor grado de presencia parental y de supervisión en casa, que en muchos casos intenta ser enmendado con el móvil.

Cuando pueden tener móvil?

La primera regla de protección consiste en elegir el momento adecuado. Es difícil delimitar una edad que sirva para todos los casos, cada familia debe tomar una decisión adaptada al estilo familiar y al grado de maduración y responsabilidad del hijo en concreto.

Entre los 11 y los 13 años: Los niños no tienen, normalmente, los criterios para un uso adecuado del móvil, por lo que no es conveniente que tengan uno propio. Se puede dejar que hagan uso del móvil en situaciones especiales y bajo la supervisión de un adulto.

Entre los 13 y los 15 años:Es la fase más complicada. Se recomienda que no tengan un móvil en propiedad y que utilicen de manera asidua un terminal familiar para la tranquilidad familiar en salidas de todo tipo. Si el niño tiene una actividad externa, como ir a comprar al supermercado, podemos hacerlo partícipe de un privilegio, que es hacerlo en poder del teléfono.

Entre los 16 y los 18 años: Ya pueden tener uno propio, bien porque se les han comprado con sus ahorros o porque se la han regalado.

Normas de uso responsable

Deben ser totalmente responsables de su mantenimiento económico: los contratos de prepago son los más recomendables. Si el cubren los padres, es mejor poner límites de consumo.

Deben estar implicados en que priorizan sus gastos: en caso de que se utilicen sistemas de recompensas para reforzar conductas positivas no deben darse únicamente dinero para el móvil.

Tampoco es recomendable utilizar constantemente el teléfono como recompensa o castigo, ya que sin querer le estamos otorgando más valor del que tiene.

Si observamos que el niño se está poniendo nervioso o agresivo cuando juega la tenemos que hacer parar.

Mientras los niños estudian o trabajan, conviene mantener el teléfono a cierta distancia. Tenerlo cerca genera distracción, ya que la accesibilidad aumenta el consumo. Cuando se entra en casa hay que dejar el móvil en un cajón y sólo se puede usar en un determinado horario o al salir de casa.

Asimismo, es primordial fomentar actividades placenteras incompatibles, por lo que no dejen de hacer actividades para poder tener más tiempo libre para jugar o hablar con el móvil. Hablamos de actividades extraescolares, deporte, salidas …

Como saber si hay adicción?

Lo que la caracteriza es la pérdida de control y la dependencia.

Las conductas adictivas están controladas inicialmente por reforzadores positivos (placer), pero acaban por ser controladas por reforzadores negativos (alivio del malestar)

Al principio, todo el mundo consume un producto buscando el placer. Por el contrario, una persona adicta lo hace buscando el alivio del malestar emocional (aburrimiento, soledad, ira, nerviosismo, etc.) que le produce el hecho de no poder acceder a lo que desea.

La adicción se establece cuando hay una clara interferencia negativa en la vida cotidiana. Por ejemplo, cuando el niño deja de verse con sus amigos y se instala delante de la pantalla con sus videojuegos, el adolescente que presta más atención a su móvil que su novia o el joven no rinde en los estudios para que revisa obsesivamente los mensajes dejados en su perfil de Facebook o los ‘me gusta’ en Instagram.

Acudir a un profesional?

Si existen evidencias de la presencia de una adicción.

Si han fracasado todas la medidas de prevención y control.

Si hay problemas graves para imponer normas y límites claros.

Si el niño tiene ansiedad, depresión o problemas relacionales significativos.

 

Bernat Coll

psicólogo