Avalancha de cosas en la cabeza

La sobreestimulación provoca estrés en los niños y problemas de atención.

Hoy en día, cualesquiera niño de 10 años de nuestro entorno más cercano ha recibido mucha más estimulación que cualquier otro Homo sapiens que haya pasado por este planeta en los últimos miles de años. Probablemente haya visto películas de tiranosaurios y velocirraptores, vídeos de la superficie de Marte, las imágenes reales de un feto en el útero, las células que hacen su trabajo en el sistema inmunológico … Por no hablar de las imágenes de guerras, ataques terroristas o videojuegos en los que, por ejemplo, se tiene que ir atropellando a la gente mientras se van sumando puntos. Se trata de un volumen de información muy difícil de manejar en comparación con lo que recibíamos hace 50 años, cuando las experiencias eran dentro de nuestro entorno inmediato, familia, amigos y la escuela. Como máximo, la radio y la televisión.

Lo triste es que, de alguna manera, ahora lo tienen más difícil ya que ahora son demasiados estímulos para seleccionar, evaluar y asimilar en un cerebro que se encuentra en pleno desarrollo. Esto se llama la sobreestimulación. Y encima los padres nos empeñamos en enriquecer y llenar los vacíos de la agenda de nuestros hijos con más actividades para que aprovechen el tiempo.

Prevenir la hiperactividad

Guillermo Cánovas, premio Unicef ​​a 2013 por su trabajo en favor de los niños, compara este problema con la adicción a las drogas «El problema es que la sobreestimulación, tales como el desarrollo de drogas sintéticas, debido lo que llamamos tolerancia. Es decir, el cuerpo se acostumbra a recibir regularmente su dosis de estímulos, hasta que llega un momento en que la dosis no les satisface, ¿Qué pueden hacer a continuación? Muy simple: buscan una dosis más alta.

Los niños que viven este fenómeno en este sentido, se están convirtiendo menos sensibles a los estímulos y cada vez necesitan más y más.

Muestran síntomas de hiperactividad y desmotivación al tiempo que disminuye su imaginación y creatividad. Les cuesta un montón de tiempo para centrarse en una sola actividad, y sienten que sus pensamientos se atropellan el uno con el otro.

Por lo tanto, a fin de prevenir y mitigar los efectos de esta sobreexposición estimular los niños deben tener todos los días un poco de tiempo libre (no conducido) para jugar, pensar, hablar, interactuar con los demás y también para aburrirse !

Porque sólo después de una larga búsqueda de sus propias motivaciones e intereses podrán centrarse en lo que es realmente más importante y más les gusta.

 

Cosas que podemos hacer:

Buscar y delimitar espacios y tiempos libres de distraccionesdentro de casa. La hora de almuerzo y cena puede ser un buen momento para apagar la televisión y dejar de lado los móviles tanto de los padres como los hijos. Es ciertamente difícil poder mantener una conversación cuando tenemos la televisión de fondo o nos interrumpen con los mensajes de turno.

Delimitar el uso del teléfono móvil, tabletas y de los videojuegos.

Una de las fuentes más grandes de de estímulos y distracciones las encontramos en estos aparatos. No se trata de imponer la prohibición total sino de racionalizar su uso. Evitamos que posean un móvil desde pequeños y no los compramos uno hasta que no tengan una edad suficiente y sea imprescindible. También puede resultar útil poner un tiempo limitado al día de tabletas y videojuegos. Puede ser un horario fijo o que sea el niño que distribuya y administre su crédito de tiempo disponible en varias ocasiones que hayamos pactado previamente.

 

Reducir las actividades extraescolares de nuestros hijos y evitar las prisas.

Intentamos no sobrecargarlos con actividades pautadas una tras otra durante todas las tardes. Salir del escolar a las 17:00, llegar a clase de Inglés a las 17:30 que dura una hora y al salir ir todo derecho hacia la piscina para que toca natación durante 3 veces a la semana puede llegar a ser muy duro. Los niños, como los adultos necesitan descansar y bajar el ritmo tras una larga jornada escolar. Si intentamos espaciar los horarios o prescindir de actividades, evitaremos ir con prisas y añadir estrés a toda la familia.

 

Algunas técnicas para frenar

1.Si su hijo está tenso, preocupado, de malhumor etc. Le podemos ayudar a reconocer el origen y el valor de sus emociones en forma de preguntas:

¿Cómo se siente tu cuerpo cuando estás enojado?

¿Cuál es la cosa que hace que te pongas más nervioso?

¿Qué podrías hacer para sentirse mejor?

Discutir todo esto con calma, escuchando y haciendo reflexionar sobre sus propias emociones, los ayudaremos a establecer el control de su estado de ànim’

  1. Si no puede dormir porque tiene demasiadas cosas en su mente. Dile que esto es un sentimiento normal, ya que nos pasan muchas cosas durante todo el día y que ahora es un buen momento para hablar sobre cualquier situación o incidente que la ha dejado preocupado o no sabe cómo resolver.
  2. Utilizar la relajación. Los indicamos que se centren sólo en su respiración. A inhalar profundamente (contando hasta 2) y exhalar despacio (contando hasta 4) como si quisiéramos inflar un globo. Luego los invitan a centrarse en sus pies. Como lo oyes? Calientes o fríos? Tensos o relajados? Les decimos que se imaginen que cada vez los van volviendo más pesados ​​y que notan cómo se van calentando. Después pasamos a las piernas, el tronco, los brazos y la cara y el cuello sucesivamente.

El ejercicio se puede realizar de cinco a diez minutos, dependiendo de la edad del niño.

Con todo ello contribuiremos a bajar el ritmo no sólo los niños, sino de la familia en conjunto. Un hecho que mejorará el humor de todos y la capacidad de escucharse mutuamente.

 

 

Bernat Coll

psicólogo