Efectos secundarios de la sobreprotección

El aprendizaje en el control de las emociones negativas, como la frustración, es el mejor entrenamiento para convertirse en adultos equilibrados y felices

María vive a quince minutos a pie del instituto, pero su madre, «por si acaso», prefiere llevarla a ella cada día con el coche. Hoy, antes, le ha preparado la merienda para que coma algo a la hora del recreo. «Si es que esta muñeca no ha desayunado nada! Claro, le he de insistir para que se levante y luego no tiene tiempo para desayunar con calma «.

En el parking del instituto, se asegura que su hija no se deja la mochila en el coche: sabe que hoy le toca entregar las láminas de tecnología y los deberes de Matemáticas. Si no le estuviera siempre detrás, se olvidaría de hacer trabajos y de preparar los exámenes.

Hoy, además, queda vigilando desde el coche que la hija entra en el patio del instituto. Sabe que ayer se enfadó con su amiga Sara y quiere ver si irá a hablar con ella o no. La vio tan disgustada que no tuvo más remedio que llamar a la madre de Sara para pedirle que hiciera entrar en razón a su hija. La otra le contestó que son cosas de las muñecas y no se debían meter. «De eso nada, a mi pequeña María no la hace sufrir a nadie mientras yo lo pueda evitar», le respondió.

Cuando sobreprotejamos los hijos calmam nuestra propia angustia de que algo malo les pueda pasar. Así los evitamos las pequeñas frustraciones del día a día, pero al mismo tiempo les transmitimos un mensaje subliminal muy destructivo. Le decimos: «Lo hago porque te quiero y necesitas mi ayuda», pero por el otro lado le decimos: «Tú solo no eres capaz».

CONSECUENCIAS

En la práctica, la carga que significa ser hijo de padres sobreprotectores tiene muchas y variadas consecuencias:

-Son inseguros y nerviosos. Los padres les han transmitido sus miedos, por lo que han perdido la confianza en sí mismos y perciben el mundo como un lugar mucho más amenazador de cómo lo perciben los niños no sobreprotegidos.

-Su autoestima es baja. Son conscientes de que deberían atreverse y muchas veces tienen ganas de enfrentarse a actividades que otros niños de su edad sí realizan.

-Son poco autónomos y muy dependientes.

-No saben cómo resolver problemas por sí mismos. Les cuesta programar los pasos a seguir para lograr un objetivo y necesitan la aprobación constante de un adulto.

-Tienen frecuentes problemas interpersonales. Están acostumbrados a que sus padres intervengan en los conflictos con sus iguales. No han tenido la oportunidad de madurar las habilidades sociales.

-En el ámbito escolar, es frecuente que manifiesten problemas de adaptación y que se sientan incomprendidos. Los puede costar respetar las normas y asumir responsabilidades.

-Tienen poca tolerancia a la frustración. Quieren ganar siempre y cuando no lo hacen enfadan y explotan. Tienen miedo de fracasar, ya que no han tenido la oportunidad de fallar y perseverar hasta conseguir las metas solos.

En definitiva, los padres sobreprotectores actúan con la mejor de las intenciones, pero lo que consiguen es, justamente, el efecto contrario. El aprendizaje en el control de las emociones negativas, como la frustración, es el mejor entrenamiento para convertirse en adultos equilibrados y felices.

COMO PODEMOS EVITARLO?

Si queremos que nuestros hijos sean adultos responsables, autónomos y seguros de sí mismos:

  1. Animamos a enfrentarse sólo a situaciones difíciles. Los podemos ayudar (si realmente necesitan que les ayudemos), pero no resolverlos el problema. Ayudamos a pensar y guiamos a encontrar la solución para ellos mismos. Evitamos darles siempre las respuestas.
  2. Enseñémoslos a ser capaces de tomar decisiones con criterio y asumir las consecuencias.
  3. Tratamos de aumentar su autonomía concediéndoles un cierto grado de libertad y responsabilidad proporcional a su grado de madurez.
  4. Exigimos de que cumplan ciertas tareas, obligaciones o responsabilidades.
  5. Transmitimos los mismos una percepción tranquilizadora y positiva del mundo. Ver peligros por todas partes sólo les aportará una sobredosis de ansiedad e inseguridad.
  6. No dejemos que se rindan ante la primera dificultad. Cuando escuden en un «no puedo», digamos los «yo te enseña a hacerlo» o «tienes que esforzarse un poco más». Les enseñaremos el valor de la perseverancia y la constancia.
  7. Si su hijo es pequeño, no intervengamos enseguida si otro niño de su edad la importuna o comete una injusticia con él. Así nunca aprenderá a defenderse solo.
  8. Cuando sea adolescente, no nos pasamos con las advertencias: «No vayas con estos que fuman», «No te deja ir a este campamento, es peligroso» …
  9. Reconocemos-todo lo que vayan consiguiendo hacer solos. Aumentaremos así su autoestima.
  10. No tengamos miedo de que se frustren. Tienen más capacidad de lucha y de superación de lo que imaginamos.

 

Bernat Coll

psicólogo